miércoles, 23 de noviembre de 2011

Esfuerzo vs resultados


No hay cultura del esfuerzo que valga: la racionalidad que caracteriza al hombre le hace buscar siempre la solución que demanda el esfuerzo mínimo. Otra cosa es la obsesión por los resultados: esta me temo que sí es cultural.

La gran contradicción es establecer una cultura que prima los resultados, no importa cómo se obtengan, y al tiempo quejarnos porque la juventud ha “perdido” la cultura del esfuerzo que, supuestamente, tenían nuestros antepasados: se esforzaban si hacía falta, y ciertamente podía hacer más falta antes que ahora; pero desde que bajamos del árbol que buscamos minimizar el esfuerzo!

De hecho la innovación, ese proceso de generación de nuevas formas de hacer, nunca triunfa si no supone un menor esfuerzo para quienes la adoptan. Buscar como minimizar el esfuerzo de los otros es la mejor, acaso la única manera de innovar.

Por eso, pretender inocular cultura del esfuerzo es inútil: gastar más del necesario, para  un resultado dado, iría contra la inteligencia del “homo sapiens”. En cambio, sí que me parece posible y necesario inocular una cultura del placer con aquello que se hace, opuesta al tramposo placer de los resultados que obtengas: siempre una zanahoria ante las narices mientras malgastas el tiempo que le destinas. ¡Pero si no tenemos nada más que tiempo, si éste es la única materia de nuestra vida!

No hace cimas el alpinista, ni millas el corredor de fondo, por cultura del  esfuerzo sino por el gozo de hacerlo ¡Ese es el secreto!

La obsesión por los resultados no deja de ser en todo similar al cielo después de muertos  con el que todas las curias — romanas, comunistas y capitalistas—, nos cambian hoy por mañana.

            —¿Cuándo comeremos el pan de hoy, padre?—pregunta el hijo sorprendido  de ver la barra del día intacta mientras roen la de la vigilia.
            —Mañana, hijo mío, mañana.

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